Dojo Kannagara No Michi

Bienvenidos al sitio oficial del Dojo Kannagara No Michi perteneciente a la Asociación Nacional de Aikido Aiki-Zen. En este sitio encontrarás información acerca de nuestro Dojo y su Dojo Central, como también, algunas actividades y artículos que sean del interés de practicantes de artes marciales de todos los estilos.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Kitsune

Kitsune es una palabra del idioma japonés que significa zorro. Son un elemento importante dentro del folklore japonés; ya que tradicionalmente la palabra se emplea para nombrar al espíritu del bosque con forma de zorro. Según la mitología japonesa, son seres inteligentes que poseen habilidades mágicas y que incrementan con el paso de la edad y su adquisición de conocimientos y también son protectores de los bosques y las aldeas.

Entre sus poderes más sobresalientes se encuentran la capacidad de adoptar la forma humana, similar a la de una mujer joven. En algunos cuentos tradicionales, al kitsune se le observa como un ser que aprovecha su metamorfosis para hacer travesuras con las personas, de la misma manera que el comportamiento de los zorros en el folklore; otras historias relatan al kitsune como guardianes fieles, amigas, amantes y esposas.

Los zorros y los humanos vivían en armonía en el Antiguo Japón; este compañerismo resultó en la aparición de leyendas acerca de los zorros. El kitsune está estrechamente asociado como mensajeros y sirvientes del dios Shinto (kami) Inari, dios de la fertilidad, de la agricultura, del arroz y de los zorros. Con este rol, el poder sobrenatural de los zorros adquiere mayor fuerza.

Adicionalmente, la edad, la sabiduría y el poder de un kitsune era mayor a medida que aumentaba el número de colas, siendo el más poderoso el kitsune de nueve colas. Debido a este poder potencial, las personas realizan ofrendas como si fuera una deidad.

jueves, 27 de noviembre de 2008

El equilibrio Acido-Básico en el organismo I

Alcalinidad: llave de la salud
Muchos se preguntarán el por qué de este artículo. No pecamos de exagerados al decir que la comprensión -y la posterior aplicación- de lo aquí expuesto, serviría para resolver la mayor parte de los grandes problemas que afligen a la salud pública mundial. La afirmación no es invento nuestro, sino la simple reunión de conceptos científicamente demostrados por grandes investigadores de nuestro siglo.

Lamentablemente nadie se ocupa de difundir estas verdades -muy fáciles de experimentar en carne propia- y eso impide que muchísima gente pueda aliviar sencillamente sus padecimientos cotidianos. Estas páginas intentan ayudar en la toma de conciencia. Ojalá muchos encuentren soluciones.

Inicialmente conviene explicar lo que significa acidez y alcalinidad. Estos dos términos responden a la forma de clasificar la reacción de cualquier elemento. El grado de acidez o alcalinidad se mide a través de una escala llamada de pH (potencial de hidrógeno) que va de O (extremo ácido) a 14 (extremo alcalino), ubicándose en el centro (7) el valor neutro. O sea que entre O y 7 tenemos los valores de acidez y de 7 a 14 los de alcalinidad.
Veamos a grandes rasgos como funciona el mecanismo de acidez y alcalinidad en el organismo. Los 60 trillones de células que componen nuestro organismo, necesitan alimentarse, eliminar residuos y renovarse constantemente. En este sentido, la sangre cumple dos funciones vitales: llevar a todas las células los materiales nutritivos que necesitan y retirar de ellas los residuos tóxicos y ácidos que se producen como resultado de la transformación de dichos nutrientes (metabolismo). Merced al proceso de respiración celular, las células reciben parte del oxígeno que necesitan para sus procesos vitales.

A nivel celular se produce una especie de combustión interna, ya que se libera calor corporal. Los residuos que se originan en este proceso de combustión, son de naturaleza ácida y deben ser evacuados del organismo a través de las vías naturales de eliminación (riñones, intestino, piel y pulmones).

Para cumplir adecuadamente esta tarea (y por otras razones orgánicas) la sangre debe mantener un ligero nivel de alcalinidad. En una persona sana el pH de la sangre (la linfa, el líquido cefaloraquídeo, etc.) se ubica entre 7,40 y 7,45. Cuando se incrementa el nivel de acidez, merced a ciertos mecanismos de autorregulación, la sangre logra conservar este vital equilibrio. Lo hace a través del aporte de bases (álcalis) que neutralizan los ácidos. Por ello, para obtener un sano metabolismo celular, es preciso que junto al oxígeno, la sangre tenga un constante flujo de sustancias de naturaleza alcalina, a fin de poder neutralizar los ácidos.

En primera instancia la sangre obtiene estas bases de los alimentos. En caso de ulterior necesidad -sea por exceso de ácidos o por carencias nutricionales de bases- debe recurrir a la reserva alcalina de huesos, dientes, tejidos y humores. De este modo la sangre se convierte en un "ladrón" de la estructura orgánica, con el sólo objetivo de restablecer el vital equilibrio ácido-básico. Así se pone en marcha el mecanismo de descalcificación y desmineralización. Los huesos (que ceden calcio en forma de sales alcalinas) se hacen frágiles, aparecen caries, manchas blancas en las uñas (que se tornan quebradizas), osteoporosis, lesión en las mucosas, piel seca, anemia en la sangre, debilidad, problemas digestivos, afecciones de vías respiratorias, sensación de frío, etc.

En este sentido vale citar una vivencia personal. A los 28 años -luego de largo tiempo de alimentación desequilibrada- padecí una "extraña " experiencia, caracterizada por resquebrajamientos y fracturas de dientes al morder. Los médicos no daban explicaciones, pero a la distancia y con estos conocimientos es fácil darse cuenta qué estaba sucediendo. En su esfuerzo por restablecer el equilibrio ácido-básico, el organismo estaba echando mano a las reservas alcalinas de la estructura ósea. Después de un período de cambio radical de hábitos alimentarios, todo volvió a su lugar y el problema nunca más volvió a manifestarse, luciendo actualmente las piezas dentales un perfecto estado.

De esto se desprende que, para permitir el normal trabajo de la sangre (y del organismo todo), debemos ser cuidadosos en el aporte que realizamos a nuestro cuerpo a través de los alimentos que ingerimos. Por un lado tratando de evitar alimentos (y situaciones, según veremos más adelante) acidificantes, y por otro incrementando la provisión de bases a través de una mayor ingesta de alimentos alcalinizantes.

Clasificación de los alimentos
Veamos que se entiende por alimentos acidificantes y alcalinizantes. Nuestros nutrientes (como todos los elementos de la naturaleza) tienen distintos grados de acidez o alcalinidad. El agua pura, que es neutra, tiene un pH 7,07. Básicamente todas las frutas y verduras resultan alcalinizantes. Si bien la fruta tiene un pH bajo (o sea que resulta ácida), debemos evitar una confusión generalizada: no es lo mismo la reacción química de un alimento fuera que dentro del organismo.

Cuando el alimento se metaboliza, puede generar una reacción totalmente distinta a su característica original. Es el caso del limón o de la miel. Ambos tienen pH ácido, pero una vez dentro del organismo provocan una reacción alcalina.

Ver cuadro
Distinto es el caso de las células animales. Tanto la desintegración de nuestras propias células como la metabolización de productos de origen animal, dejan siempre un residuo tóxico y ácido que debe ser neutralizado por la sangre. Así vemos la diferencia básica entre un alimento de reacción ácida (que obliga a robar bases del organismo para ser neutralizado) y un alimento de reacción alcalina (que aporta bases para neutralizar excesos de acidez provocados por otros alimentos o por los propios desechos orgánicos del cuerpo).

A fin de servir como referencia indicativa, veamos la tabla que expresa en grados de acidez o alcalinidad, la reacción metabólica de ciertos alimentos en el organismo humano. Esta información (elaborada por Bridges, Cooper, Barber y Mitchell) es muy interesante, pues nos permite comprender cómo funcionan ciertos alimentos en nuestro cuerpo.

También los minerales juegan un rol importante en el comportamiento acidificante o alcalinizante de los alimentos y nos permite hacer una elección más consciente. Por lo general resultan acidificantes aquellos alimentos que poseen un alto contenido de azufre, fósforo y cloro. En cambio son alcalinizantes aquellos que contienen buena dosis de: calcio, magnesio, sodio y potasio.

Mientras la dietología clásica y la ciencia de la alimentación no dan importancia o ignoran totalmente esta distinción, en la alimentación natural es muy importante conocer la reacción de los alimentos. Además es importante conocer otros aspectos que tienen que ver con la preparación misma de las comidas. Por ejemplo: se ha demostrado que un 40-60% de los elementos minerales y un 95% de las vitaminas y bases se pierden en el agua de cocción de las verduras. Resulta entonces que el alto contenido de bases que poseen las verduras -y que resulta tan útil para el equilibrio sanguíneo- se desvaloriza. Incluso las verduras llegan a presentar naturaleza ácida cuando se tira el agua de cocción (clásico ejemplo de acelga o espinacas).

De allí la importancia del sistema oriental de cocer las verduras al vapor en cestas de acero o bambú, o sea sin que estén en contacto directo con el agua. También comprendemos el alto valor terapéutico de los caldos, que conservan todo el contenido alcalino de las verduras y que resultan tan equilibrantes en, enfermos y convalecientes.

Lamentablemente la acidosis (disminución de la reserva alcalina en la sangre) se está convirtiendo en una enfermedad social que provoca grandes problemas y que generalmente no se diagnostica. El bombardeo publicitario incita al consumo masivo de productos altamente acidificantes. Dejemos de lado (por lo obvio) carnes y hamburguesas. Las gaseosas, los alimentos cocinados, los aditivos alimentarios y los conservantes forman un explosivo cocktail que diariamente ingieren niños y jóvenes. Y la prueba está: niños pequeños con acetonemia o desviación de columna, jovencitos con cálculos...

Acidos buenos y malos
Claro que no todos los ácidos son malos. En nuestros alimentos hay ácidos beneficiosos y otros perjudiciales. Entre los beneficiosos podemos citar a los frutales. El caso de los ácidos: cítrico, málico, tartárico, fumárico, etc. Estos ácidos orgánicos débiles, una vez metabolizados en el organismo se combinan con minerales (sodio, calcio, potasio) y dan lugar a sales minerales, carbonatos y citratos (elementos que tienen la capacidad de fluidificar y alcalinizar la sangre) o bien se oxidan en la sangre y son eliminados del organismo como anhídrido carbónico, activando la ventilación pulmonar. He aquí la explicación del efecto del limón, cuyo jugo ácido es utilizado para la hiperacidez de estómago.
En cambio otros ácidos -como el oxálico, el benzoico, el tánico y sobre todo el úrico, el láctico y el butírico- no resultan tan buenos para el organismo. El oxálico (presente en acelgas, espinacas, cacao y remolacha), además de su acción acidificante, disminuye la absorción de calcio y daña los riñones. El ácido benzoico (presente en las ciruelas) está contraindicado en gota y reumatismo. El tánico (café, té negro, vino tinto, fruta verde o poco madura) además de precipitar la pepsina clorhídrica y bloquear o limitar la digestión de las proteínas, está sindicado como responsable de algunos tipos de cáncer. Esto no quiere decir que debamos rechazar las verduras citadas (sobre todo la alcalinizante remolacha), pero si moderar su uso si se es propenso a la problemática citada.

Párrafo aparte para los ácidos presentes en las carnes (úrico, láctico y purinas). Como decíamos al principio, toda desintegración de células animales -de nuestro propio cuerpo o de alimentos animales- deja un residuo tóxico y ácido. Estos residuos, además de consumir bases para poder ser neutralizados en la sangre, deben ser luego eliminados del organismo.

En la juventud, el buen funcionamiento de los órganos de eliminación (principalmente riñones y piel), hacen que el ácido úrico sea eliminado satisfactoriamente. Pero con el correr de los años, al acentuarse los efectos nocivos de la acidificación en el organismo, estos órganos pierden eficiencia. Al no poder ser eliminados del organismo, el ácido úrico y otros residuos metabólicos de naturaleza ácida, son retenidos fundamentalmente por el tejido conjuntivo, así como por los huesos y cartílagos del cuerpo, con el objetivo de retirarlos del flujo sanguíneo y poderlos eliminar más adelante. Esto sirve de origen a dolencias tales como: artritis, artrosis, reumatismo, enfermedades del corazón, de los nervios, ciática, alergias, eccemas, herpes, urticaria, asma, nefritis, hepatitis, cálculos, arteriosclerosis y un estado de enfermedad latente pronto a manifestarse. Las consecuencias que tiene para la salud una acumulación persistente de residuos o escorias (que el organismo debería eliminar y no puede), son funestas. Según la naturaleza de cada persona, comenzarán a presentarse a corto plazo los primeros síntomas del padecimiento de una u otra enfermedad (signos de alarma), que variarán según cuales sean los tejidos u órganos afectados.

Una alimentación pobre en bases entorpece el normal proceso de combustión en los tejidos celulares, dando lugar a la formación de estos residuos de naturaleza ácida, muchos de los cuales no pueden ser eliminados por la orina. Aportando una alimentación rica en bases y/o disminuyendo el contenido proteico, posibilitamos una eliminación masiva de estos desechos, depurando así el organismo.

Todo esto nos permite comprender que aún una dieta que excluya la carne (vegetariana) puede no ser ideal y puede resultar acidificante si se consumen en exceso: huevos, quesos, legumbres, oleaginosas, cereales refinados, café, té, chocolate y azúcar blanca. En una clásica expresión que oímos a mucha gente, se puede advertir este involuntario pero grave error de concepto: "Pero si yo no como más carne; como acelga hervida, un poco de queso, fideos, tomo té negro con galletitas y mermelada..." ¡¡¡O sea, todos alimentos acidificantes!!!
Fuente:ConvivirPress.com

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Budo leyendas 1

Un hombre comía en una posada ajeno a cuatro moscas molestas.
Entraron tres Ronin (Samurais sin señor) que miraron con envidia a sus dos formidables sables que representaban una fortuna y una gran satisfacción se vio en sus caras.
Parecía indefenso contra los tres. Sentados en una mesa vecina comenzaron a provocarle en voz alta tratando de empujarle a un duelo. El hombre mostraba una profunda indiferencia, los otros aumentaron sus cáusticos comentarios, entonces alzando los palillos con los que comía, con cuatro rápidos movimientos, sin esfuerzo atrapó las cuatro moscas y colocó delicadamente sus instrumentos sin dignarse hacer caso de los tres bribones. Un pesado silencio siguió a la escena, los tres Ronin comprendieron que ante ellos se encontraba un hombre de extraordinaria maestría. Huyeron. Mucho después supieron que el hombre era Miyamoto Musashi, aprovechar este momento de vulnerabilidad del adversario es el efecto de los grandes maestros, es porque el adversario debe parecer transparente, hacer ver y no ver al contrario, o verlo como quien ve a una montaña lejana. Una imagen espiritual dicha para definir al contrario en el espejo. "Es como contemplarse en el espejo, la forma y el reflejo se observan. Tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tu". Es entonces una lucha contra sí mismo lo que buscan las artes marciales como fin.

Enseñanza: La contienda no es siempre necesaria, la mejor manera de ganarla es que ésta no se produzca.
Fuente:Portal Budo

martes, 25 de noviembre de 2008

Las Metas del Aikido

Por: Miguel Morales-Bermúdez, 5ºDan, Aikikai del Perú
El entrenamiento, supone ejercitarse y prepararse para algo. Es siempre una pregunta esencial para quienes se acercan al entrenamiento en Aikido, aquella que pretende clarificar las metas del adiestramiento. Si adoptamos por un instante el criterio de que la instrucción en nuestro arte responde a una Tradición, a sabiendas de que el término podría cuestionarse, considerando que la transmisión directa en muchos casos esta perdida, el arte como sistema debería contar con elementos que señalan la ruta para responder a esta pregunta básica, que sino surge inicialmente, nos encuentra en algún apartado del camino, en el momentum que corresponda. Múltiples intereses de carácter personal y de tono bastante subjetivo, nos mueven a unos y a otros a practicar Aikido, pero los intereses que surgen de la individualidad, no constituyen ni pueden construir las metas del arte. Son simplemente nuestras líneas de conexión con el arte. El arte en sí mismo, tiene su génesis y en ella está su razón de ser. Si no la percibimos, podremos practicar sobre la base de nuestros “deseos personales”, pero no estaremos en la tradición del Aikido, ni en la consecuencia de sus metas. Morihei Ueshiba; conocido como O’Sensei, es el creador del Aikido, Aún en esta materia hay interpretaciones verdaderamente superficiales, como la de aquellos que no reconociendo esta sencilla realidad, quieren hacer aparecer el Aikido como un arte derivado del Aikijujutsu Dayto Ryu. Esto es simplemente como no saber diferenciar dos dimensiones, ninguna mejor que la otra, cada uno con sus propias potencias naturales, surgidas de dos experiencias distintas, con un sentido diferente, en tanto su razón de ser y la inteligencia con que se expresan ambos artes son sustancialmente distintos. Nadie podría negar, que el surgimiento del Aikido, responde a un acto creativo particular. Reconociendo su fuente original, debemos regresar a esa reserva inagotable, para comprender las metas del Aikido, y determinar si somos capaces de someternos a la naturaleza que el Fundador le designó. Esto - que además asusta a tantos – no significa otra cosa, que nuestra subordinación voluntaria, al propósito que el Aikido guarda en sí mismo, como sistema marcial, apartando los intereses que surgen simplemente de nuestra “voluntad” o deseo, como una manera de hacernos permeables al “poder interno” que vive en la mágica estructura del Aikido.

Morihei Ueshiba, señaló como una regla del entrenamiento lo siguiente:
“ El Aikido puede determinar la vida o la muerte con un simple golpe; por ello, cuando entrenen, observen las directivas del instructor y no se envuelvan en competencias de fuerza”.

Aquí podemos percibir la condición fundamental que coexiste en la raíz de todo Budo, que no es otra que la polaridad básica: Vida-Muerte, que es también la fuente oculta del poder que se manifiesta en los principios básicos del arte marcial. Ueshiba Morihei, nos advierte que éste manantial esta presente en el Aikido, y que por ello, al entrenar, al ser instruidos debemos OBSERVAR. Se nos dice entonces, que debemos advertir por los sentidos para percibir algo de manera directa, pero también, que la observación tiene un propósito: guardar y respetar las directivas o reglas o instrucciones de aquél que está en la capacidad de instruir, que no debería ser otro, que quien está en la capacidad de manifestar tradición y llevamos a hacer realidad las metas del Aikido. Esto exige el sometimiento que comentábamos anteriormente. Supone una renuncia, a las tendencias habituales, y abre la puerta del cambio de los hábitos físicos y psicológicos, en una perspectiva de sanación interior, que restituye la salud del alma y del espíritu que se había perdido. Esta primera regla, que expone en sí misma múltiples metas para el entrenamiento, nos advierte igualmente, de cuidarnos de nuestra tendencia o inclinación más querida; envolvernos y competir haciendo uso de la fuerza. Dedicarnos a algo que no forma parte de la realidad inmediata que se nos presenta en el entrenamiento, significa perder el rumbo, olvidar negligentemente el camino, el Do, quedando a merced de otras fuerzas que no expresan nuestro compromiso con lo fundamental, pues es verdad que “el camino se hace al andar” en obediencia a los principios que nos han sido manifestados por el Maestro Ueshiba. Este envolvernos, es una representación del acto de cubrirnos y mezclarnos. Cubrimos involuntariamente o no, la dirección de nuestra energía vital, vinculada a la razón de ser del Aikido, que debe ser expresada en el entrenamiento, al orientar la misma a la contraposición, y una vez mezclada ahí, se diluye, haciéndonos perder el centro, y la riqueza que la verticalidad y la conexión simple y trascendente con el receptáculo de la energía y la fuerza nos da. La fuerza del Aikido, crece proporcionalmente a la apertura interior y a un sentido de convocatoria de la energía en una sola dirección, sin perder su nexo con el origen de la misma, cuya sensación dentro de la geografía corporal, la encontramos en el hara, el centro vital, que se percibe y toma lugar solamente, en un estado de mayor libertad, que la competencia en modo alguno puede proporcionarnos. Kisshomaru Ueshiba Doshu y los grandes maestros de Aikido, que se empeñan en guardar la tradición de la cuál ellos formaron o forman parte por derecho, nos alientan a mantener las verdaderas metas del Aikido.

lunes, 24 de noviembre de 2008


Dirigir la Energía

Pocas sensaciones son tan satisfactorias como la de dirigir a Uke, sentirse dueño del movimiento mutuo, controlar el espacio que existe entre los dos ( o más), moverse con total soltura mientras el Uke nos sigue por los círculos que trazamos, intentando sin ninguna opción controlar nuestra posición, hasta que su ataque queda reducido a nada por la inercia del movimiento del centro (hara), el cual genera una energía cada vez más potente con cada círculo que la añadimos al esquivar y desviar la energía del o de los adversarios.
Es en esos momentos tan cortos de tiempo cuando con un centro estable (equilibrio, espalda recta y respiración coordinada al movimiento) conseguimos esa unidad: Ki-Mente-Cuerpo, tantas veces explicada por los Maestros y tan mal entendida por los “alumnos”.
No hay nada de místico en ello, simplemente es una sensación agradable al hombre, un sentimiento; y creo que así hay que entender el Aikido, como un sentimiento, por eso es tan difícil de explicar cuando alguien nos pregunta por él.
Yo acabaría la respuesta de esta manera:
- ¿Qué es el Aikido?¬
- ¡ Un sentimiento!.
Y nada más; no hemos da añadir fantasías ni intentar demostrar que lo que hacemos está bien, eso ya lo sabemos nosotros, lo sentimos y con eso hemos do darnos por satisfechos.
Toda práctica recibe su “ recompensa”. Y cuando digo práctica me refiero a la práctica asidua, constante y sin interrupciones, o con las mínimas posibles.
Ya sabemos que no siempre se puede acudir al Dojo, pero también sabemos que cualquier excusa es buena para faltar un día desanimado o de desgana ( ¡ Va por un día no pasa nada!).
Pero no pensamos que estamos retrocediendo en la práctica con esa actitud, no creáis que la práctica es acumulativa; sí faltamos a una clase con una excusa no válida ( y eso lo sabemos nosotros mejor que nadie) estamos retrocediendo dos escalones en el camino: uno que no hemos subido y otro que nos penaliza la vía.
Jamás olvidéis quienes sois; guerreros, sí, pero del espíritu, no del combate.
Hay que recordar siempre las máximas de los Samuráis: constancia, respeto, serenidad, humildad, sacrificio. Sólo de esta manera obtendremos aquello que estamos buscando, y que nos será dado por derecho propio: ¡Constancia!.
Volviendo al tema que nos abarcaba a principio, "Dirigir la energía “(Ki), - absorberla en movimientos espirales y anularla -, diré que es en esos momentos -y sólo en esos- cuando realmente hay una conexión con el espacio que nos rodea. Como decía Ueshiba:
“Cuando estamos conectados a todas las cosas con el Ki, el Ki del universo y el Ki individual “.
Aquí es cuando realmente desaparece todo pensamiento ( o debiera) y obtenemos la tan famosa actitud de “Hisiryo”, hermanando el Aikido con el Zen en esa concentración en movimiento. Pero (y siempre hay un pero) no podemos retener esos momentos tan cortos, por lo tanto aprovechemos el poco tiempo de une clase para sentir el máximo posible, y no nos comparemos con les japoneses (que no lo somos) en su manera de trabajar, con sus 6 horas, 6 días a la semana y sin ninguna explicación en las clases.
Creo que debemos hacer mas hincapié en la técnica, en la explicación de las mismas y, como no, en el ejemplo.
L. Núñez Macua
“El Budoka” nº 248 Pág. 4-5

domingo, 23 de noviembre de 2008


Cuando no se hace Aikido.

El Aikido, resulta atractivo para personas que por diversos motivos desean enriquecer su calidad de vida; mejorar la condición física, ganar autoestima, aprender a defenderse, autoconocimiento, ampliar sus conocimientos marciales, etc., ya que aparenta desarrollar estas cualidades, sin embargo trás esta apariencía se esconden años de práctica contínua, callada y humilde, no siempre facil de aceptar por la dinámica contemporánea que busca resultados inmediatos. La persona que practica Aikido, si quiere avanzar debe deshechar la violencia como medio de expresión, no evaluar los resultados bajo una perspectiva competitiva y aprender a respetarse y respetar la integridad de las cosas y las personas que le rodean. En resumen, ser sensible a la realidad en la que vive. Las técnicas de Aikido son famosas por la elegancia de sus formas, la eficacia ante agresiones y la accesibilidad para todo tipo de personas, pero estas técnicas no son más que la expresión de un sentir, de una forma de vida. Si nuestra actitud no intenta ser armoniosa con la vida nuestra técnica tampoco lo será. Es posible que aprendamos a retorcer un brazo o catapultar a otro contra el suelo, pero si no hay armonía, no será Aikido. Así mismo, la práctica de sus técnicas nos lleva a entender, primero física luego intelectualmente, que la desarmonía no es el estado natural de las cosas; poder aceptarlo dependerá del grado de asimilacíon de las experiencias acumuladas. El Aikido, como Arte Marcial, plantéa a la persona que lo practica la realidad de su estado ante una experiencia determinada, puede hacer oidos sordos, pero entonces tampoco hará Aikido.
Jaume Segura. Instructor,Aikicatalunya

La experiencia del Aikido no se puede comprar, para aprender todos necesitamos un tiempo de entrenamiento regular y constante.

sábado, 22 de noviembre de 2008

La lección del agua

La superficie del agua sometida exclusivamente a la acción de la gravedad, es plana y horizontal, lisa y reflectante como un espejo. Está tranquila y en calma.
Mizu-no-kokoro. El espíritu debe permanecer siempre tranquilo como la superficie de un lago en calma. La actitud tranquila que se debe adoptar frente al adversario, para percibir todos sus mensajes y actuar en el momento preciso. Cuando la mente está preocupada por miedo, rencor, cólera, etc. No capta bien los estímulos externos y reacciona anormalmente, por debajo de sus efectivas posibilidades.
El agua discurre siempre desde el punto más alto al punto más bajo, fluye constantemente respetando la ley de la gravedad. No puede ir hacia arriba si no es impulsada por una fuerza ajena.
La no-resistencia. Oponerse a una fuerza superior es antinatural y por tanto el fracaso es seguro. Actuar "a favor y con..." esa fuerza es lo que nos enseña el agua que debe hacerse. Nunca oponerse frontalmente al adversario, antes bien, aprovecharse de su energía y de su acción.
El agua se adapta inmediatamente a todo hueco, forma o resquicio, lo cubre, lo rodea, y poco a poco se apodera de él hasta cubrirlo y trascenderlo.
Adaptabilidad constante e inmediata, sin preguntar previamente, sin protestar, sin poner condiciones, saber adaptarse a cualquier movimiento del otro, y sin contrariarlo, descubrir la forma de neutralizarlo constantemente, cualesquiera que sean sus reacciones.
No es fácil conseguir que el cuerpo y la mente actúen al unísono con la fluidez del agua, pero es un aspecto sobre el que se debería insistir más en la práctica del Aikido.
Al encontrar un obstáculo no se detiene ni vuelve atrás, sabe esperar, mientras crece su caudal y su capacidad para rodearlo, encontrar los puntos inmediatamente accesibles (los puntos más bajos) por los que va abordando, esquivando y rebasando el obstáculo hasta superarlo dejándolo atrás. Busca sin cesar otra salida que le permite seguir su curso hasta el equilibrio y el reposo.
Cuando realizamos una técnica y el otro se resiste o la esquiva no hay que seguir insistiendo para concluirla por la fuerza, sino entender que es inmediatamente preciso y necesario "buscar sin dilación por otro sitio.La resistencia o la esquiva del otro lleva implícito este mensaje: "por aquí no puedes, pero se ha creado una nueva oportunidad si no te detienes y sabes descubrir la nueva dirección".
Cuando dos cursos de agua se encuentran en direcciones convergentes u opuestas, enseguida el de menor caudal se adapta y se deja absorber uniéndose al mayor, para seguir juntos con mayor potencia y velocidad en la misma dirección, a partir del momento del encuentro.
Saber ceder para unirse (integrarse) a la acción del otro, en su misma dirección y así hacerse dueño de la fuerza resultante para dirigirla a nuestra conveniencia a partir del instante del encuentro.
Incluso en estado de reposo absoluto, el agua está siempre dispuesta para actuar. Basta cualquier causa que altere sus condiciones de equilibrio e inmediatamente se escapará por ese punto. La acción del agua es constante y permanente. Nunca está dormida.
Nos muestra la actitud que conviene adoptar en la práctica, y en la vida ordinaria, de acción en potencia dentro de la calma, superando las barreras de la inercia o la sorpresa.La vigilancia ha de ser constante y natural, y la disponibilidad inmediata.
Al vaciarse, o pasar del recipiente que contiene una masa de agua a un conducto menor, va describiendo un movimiento de espiral, que facilita su salida de forma rápida y constante.
Es difícil y costoso actuar directamente sobre la masa corporal del oponente, pero si abordamos la acción por el punto más débil, como la mano o el brazo, sometiéndose a un movimiento espiral (torsión) que afecte progresivamente las articulaciones hasta llegar al tronco, conseguiremos "vaciar" (proyectar) su cuerpo por el camino más fácil.
La gota de agua que cae intermitente y constantemente sobre la roca más dura, acaba por hacer huella y hasta hueco.
Repetir, repetir, repetir una y otra vez las mismas técnicas, los mismos gestos, las mismas actitudes, sin importar nuestra debilidad o ineptitud actual. Aquel que sea capaz de perseverar como la gota, alcanzará el dominio de los principios y las técnicas de Aikido.
La superficie del agua impulsada por el viento origina un movimiento de oleaje y se desplaza en trayectoria ondulatoria.
La trayectoria de onda ya sea en plano horizontal o vertical, permiten desequilibrar y dirigir al oponente con mucha más facilidad, menor gasto de energía, y menos posibilidades de resistir o adivinar a dónde se le lleva.
El agua es incompresible (no se puede comprimir) y transmite en todas las direcciones cualquier presión que se ejerce sobre ella.El agua se aparta enseguida si la queremos oprimir, ofreciendo el vacío.
Ofrecer el vacío a todas las acciones del oponente, no mantener la masa del cuerpo ni en el lugar, ni en el momento que otro ha elegido para atacarnos. Escapar por donde no espera y volver contra sus puntos débiles con toda la potencia creada por el cuerpo en movimiento.
"En el combate tú debes ser el agua que posee la fluidez y el adversario es la roca". Morihei Ueshiba.
Fuente:unidojo.tripod.com

viernes, 21 de noviembre de 2008

Estudio de la lógica del cuerpo, el ejemplo de las artes marciales japonesas

Los kata, secuencias gestuales codificadas, juegan un papel esencial en la transmisión y estudio de las artes japonesas. En estos sistemas de signos transmitidos por el gesto, se trata de emitir y de recibir los significados transmitidos por el cuerpo. Se trata también de comunicar un significado particular a determinadas personas, disimulándolo a los ojos de los demás. Descifrar este sistema es más complejo de lo que parece a primera vista. Se corre un gran riesgo de tener en cuenta la forma de los gestos sin comprender su sentido, sin entender los principios en los cuales se basa la dinámica. Esto sobre todo teniendo en cuenta que dichos elementos no se han explicitado y a menudo se hallan ocultos en los modos contemporáneos de ejecución de las secuencias gestuales.
El estudio práctico y teórico del arte del sable clásico y la comparación con las danzas japonesas me han conducido a la hipótesis de que las artes corporales cuya tradición podemos remontar dependen de unos principios gestuales diferentes a los que nos parecen evidentes.
La cultura japonesa mucho se caracteriza por la presencia del cuerpo y, en el ámbito artístico, el cuerpo tiene a menudo el papel principal. La lengua escrita permanece y el cuerpo desaparece, dejando los kata. Un estudio basado sólo en lo escrito puede cubrir importantes lagunas. Para los hombres de la época Edo, la muerte era mucho más concreta y afianzada en la realidad de los gestos cotidianos de lo que es para nosotros. ¿Cómo apreciar a Ihara Saikaku o a Chikamatsu Monzaemon, si permanecemos con los valores contemporáneos, si el cuerpo sigue siendo una abstracción en la muerte descrita? Corremos el riesgo de formar una visión edulcorada e idealizada de la cultura de los guerreros, sin profundizar en lo que eran para ellos el cuerpo y la presencia física de la muerte, elementos cruciales de sus preocupaciones.
«Si quiere llegar hasta el último nivel del sable, desenváinelo cada mañana sosteniendo la hoja delante de cara, y medite sobre el hecho de que es con eso que el adversario le va a atacar» (Matsuura Seizan, 1810). Esta frase concretiza la forma en que los guerreros recibían una educación para la muerte, educación que el Hagakure expresa así : «La vía del guerrero es la de la muerte». Muestra también hasta qué punto la muerte era una pesada carga que los guerreros tenían que soportar. Sería falso decir que no tuvieran miedo. Encontramos por todas partes los rastros de una lucha para liberarse del temor a la muerte, enfrentándose a este miedo. La práctica tradicional del arte del sable lo demuestra de modo concreto: cuando se llega a superar el temor a la muerte, se alcanza la parte esencial del arte del sable.
La manera de caminar
Para alcanzar esta cultura del cuerpo, comenzaré por el ejemplo aparentemente más banal, el de la marcha. Cuando estudiamos los textos y los documentos gráficos que tratan de las técnicas del cuerpo en la época Edo, todo parece indicar que los japoneses de entonces tenían una manera de caminar y más ampliamente un conjunto de gestos diferenciados según los grupos sociales. Estos tenían sentido. Conocemos las palabras : hyakusho-aruki, chonin-aruki, shokunin-aruki, bushi-aruki, pero hoy su contenido está casi olvidado. La evolución de las actitudes corporales a lo largo de la historia ha sido descuidada en la mayoría de las obras contemporáneas del cine japonés, y mucho más en los telefilmes, lo que contribuye a dar fuerza a unas imágenes ficticias, dándonos la ilusión de que los campesinos y comerciantes caminaban como los contemporáneos y que los guerreros caminaban como los que practican la artes marciales hoy en día. Sin embargo, las películas de la primera mitad del siglo aportan un repertorio de actitudes corporales que permite esclarecer la dinámica de los movimientos, permitiéndonos encontrar imágenes solidificadas en la iconografía. Por otra parte, los movimientos transmitidos en los kata de las artes tradicionales conservan la dinámica gestual del pasado y permiten reconstituirla, si no obstante se toma la precaución de entenderla como parte de una evolución, limitada por supuesto, pero de la que no son conscientes los que transmiten el arte.
Para tomar un ejemplo, como regla general, los Japoneses de antes de la época Meiji caminaban sin balancear los brazos y, todavía después de la guerra, se podía encontrar este modo de caminar entre los campesinos y en ciertas familias comerciantes de antigua tradición. Los guerreros japoneses caminaban sin desdoblar completamente las rodillas, bajando el centro de gravedad y colocando las manos al nivel del puño de la sable. Para ellos, el aprendizaje de los gestos técnicos se situaba dentro de la continuidad de este modo de caminar que el análisis de los kata me ha permitido reconstituir con cierta precisión. Hoy, la mayoría de los practicantes de las artes marciales andan como los atletas: caminan estirando bien las piernas, con el torso derecho y balanceando los brazos en diagonal; es decir, caminan de la forma más habitual aquí. Pero en la práctica de su arte, utilizan una manera de caminar aprendida, basada en modelos antiguos.
Mi hipótesis es que se ha producido una ruptura insidiosa y que, mientras creen respetar la forma antigua, se desplazan en el ejercicio de su arte siguiendo un principio diferente.
Para ello, me baso en las siguientes hechos. Según una somera encuesta, mas de un 20% de los maestros de kendo contemporáneos han sufrido rotura del tendón de Aquiles. Como la práctica del sable era más intensa en la época de los guerreros, podríamos pensar que este tipo de accidente era más frecuente y que debe haber huellas de la preocupación por evitar tanto el accidente como sus secuelas, ya que la cirugía no estaba avanzada. Pero no he encontrado ningún documento que relate tales accidentes ni las precauciones a tomar para evitarlos. Por otra parte, los dojos de kenjutsu (sable clásico) eran mucho más pequeños que los de ahora y, según distintas descripciones, el espacio estaba densamente ocupado. Los que se entrenaban estaban muy juntos y los desplazamientos eran numerosos y rápidos, aunque con menos amplitud que ahora.
Estas dos constataciones indican que la calidad de los movimientos era diferente. Mi primera hipótesis era que la diferencia obedecía a una utilización diferente del shinaï puesto que los guerreros del Edo utilizaban el shinaï como sustituto del sable que manejaban. Hoy ya no existe la costumbre del manejo del sable, y en vez de intentar combatir al adversario, los kendokas lo tocan rápidamente utilizando el shinaï. Al utilizar un arma menos pesado, aumentan el alcance del gesto. Esta explicación da cuenta del alargamiento de los desplazamientos pero no de la frecuencia de los accidentes.
Al practicar yo mismo el kenjutsu y el kendo, he llegado a la conclusión de que estas diferencias de calidad de los movimientos tienen que ver con el principio mismo de los desplazamientos.
Los dos principios de los desplazamientos
La manera de dar un paso al caminar en la vida diaria es la prueba obvia: el centro de gravedad se dirige hacia delante, al tiempo que se da impulso con la pierna de atrás. Este modelo parece tan evidente que constituye, en Japón como en el resto del mundo, la base de las técnicas corporales modernas y hace las veces de modelo explicativo en el análisis de las técnicas tradicionales. Con diferencias de resultado y de intensidad, este tipo de desplazamiento está presente en todas las actividades deportivas.
Al practicar los kata del kenjutsu, de iaï y de jujutsu, este principio me ha resultado inadecuado para comprender su lógica interna. Llegué a la hipótesis de que estos movimientos obedecen a otro principio que puede considerarse como una fuente de eficacia en cuanto a la estética, la rapidez y la energía en las artes corporales japonesas. Partiendo de esta hipótesis, he analizado un conjunto de kata, textos y otros documentos de distintos momentos de la historia de los artes marciales desde el siglo XVII, lo que me ha permitido constatar la existencia de un modo de desplazamiento que he nombrado el «principio de inmersión» en comparación con el «principio de propulsión». Pienso que este principio está vinculado a la concepción de la persona y proporciona una clave para descifrar distintas formas de kata de las artes tradicionales japonesas.
En el desplazamiento por propulsión, se avanza dando un impulso contra el suelo con las piernas. Según el esquema más simple, la fuerza del desplazamiento horizontal se obtiene por los dos vectores del efecto del golpe dado al suelo y del peso del cuerpo. La característica es que, para producir un movimiento, se ejerce una fuerza que va contra la de la gravedad.
Un principio diferente, generalmente desconocido, se aplica en ciertas técnicas del arte del combate japonés. Algunas escuelas del sable (kenjutsu) y de jujutsu transmiten otro principio de eficacia que constituye a menudo la enseñanza secreta de la escuela. Dicho principio permite mejorar la rapidez de los desplazamientos y aumentar la fuerza de la ejecución técnica. Debido a la velocidad, el observador no logra detectar la aplicación de este principio y la diferencia es difícil de percibir, pero una vez comprendido es sencillo de enunciar. Para desplazarse, en vez de dar un impulso contra el suelo, se «quita» la fuerza de las piernas para dejar actuar la gravedad, cuya fuerza se transforma en un desplazamiento horizontal mediante el control del centro de gravedad. Entonces uno tiene la impresión de sumergirse en la gravedad, por lo que hablaré de «desplazamiento por inmersión», en contraste con el «desplazamiento por propulsión». Se trata en realidad de encontrar la sensación de la gravedad como fuerza existente que se puede utilizar, y no de luchar contra ella, como es la costumbre.
La enseñanza del desplazamiento por inmersión
Al estudiar el arte clásico del sable japonés, comprendí cómo este principio subyacía a ciertas enseñanzas sin estar claramente expresado. Entonces analicé, a partir de este principio, el contenido de distintas disciplinas de las artes marciales japonesas y chinas, y constaté que la forma de utilizar la energía de la gravedad intervenía de una manera muy sutil. Este principio es fácil de enunciar pero difícil de aplicar. De hecho, su aplicación es perceptible en las técnicas avanzadas de distintas escuelas pero sólo se comunica, como secreto de eficacia, a través de la realización de ciertas técnicas.
Según mi análisis, el desplazamiento por inmersión fue descubierto y trabajado en el arte del sable japonés siguiendo tres vertientes: el esfuerzo por superar la barrera encontrada en la búsqueda de un dinamismo basado en los desplazamientos espontáneos (propulsión);
la búsqueda de técnicas que supriman aquellas manifestaciones previas al gesto que permiten al adversario prever un ataque (kehaï);
la búsqueda de una mayor energía en la ejecución técnica.
Citaré dos ejemplos. En la escuela de sable clásica Kaïshin-ryu (Kuroda 1992), se basan todas las técnicas en el «principio de la no utilización (de la fuerza) de las piernas» (musoku no ho). En esta escuela, el desplazamiento por inmersión se asocia a unos movimientos de rotación cuyo eje se da por la línea central del cuerpo y el golpe del sable se caracteriza por una rapidez y una fuerza fulgurantes. Sin embargo, esta técnica es poco duro físicamente porque el conjunto caída-rotación asocia la energía de diferentes partes del cuerpo al accionar los brazos. La manera en que el esfuerzo se distribuye en este tipo de técnica merecería un estudio específico. La aplicación más reciente del principio de inmersión, que sin embargo no se aclara, es la forma de desplazamiento desarrollado por el maestro de kárate Sigeru Egami para aumentar la eficacia, bajo el nombre de «principio de acercamiento a la tierra» (shukuchi-ho) (Egami 1970).
La inscripción en una concepción del cuerpo
En la representación japonesa tradicional de la persona, el hara (vientre) es la parte central del cuerpo y sede del espíritu. En la práctica del sable, el hara (o tanden, término de origen chino) designa más concretamente el bajo vientre donde se sitúa físicamente el centro el cuerpo. Reforzarlo es una de las bases de la práctica corporal. La aplicación del desplazamiento por inmersión en la técnica del combate pasa por un trabajo centrado en el hara. Se aprende en primer lugar a situar bien el propio centro de gravedad, a obtener la sensación de la línea central del cuerpo en la parte baja de la cual se sitúa el hara y a precisar esta sensación. El objetivo de este desplazamiento es el de moverse con facilidad durante el combate, guiando a partir del hara la energía obtenida al «quitar» las tensiones musculares de las piernas. En vez de empujar contra el suelo, los músculos de las piernas absorben el descenso del cuerpo, el cual en vez de subir en el momento de desplazarse, se acerca a la tierra.
La importancia atribuida al hara no procede sólo de creencias míticas, sino que tiene un papel específico en la búsqueda de la eficacia. Si el principio de la inmersión pudo aplicarse y transmitirse sin explicaciones, seguramente es porque el concepto de hara permitía concretarlo.
Según mis averiguaciones, el desplazamiento por inmersión se utiliza sobre todo para la ejecución de una técnica o de algunas secuencias. Permite obtener la rapidez con poco esfuerzo muscular. Un anciano puede así efectuar un desplazamiento muy rápido, potente y eficaz. Veo en eso una de las razones principales del mantenimiento de la eficacia en combate a una edad avanzada que caracteriza la práctica del sable. Sin embargo, esta cuestión que llevo muchos años estudiando es muy compleja y requiere una serie de explicaciones.
Por otra parte, ciertos aspectos que requieren más estudio me hacen pensar que el ámbito de aplicación del desplazamiento por inmersión es mucho más amplio. He tenido noticias de la transmisión oral de la Escuela Kaishin-ryu en la cual figura una técnica de marcha para largas distancias. Consiste en hacer variar la longitud de los pasos rompiendo la igualdad del desplazamiento de los dos pies. La longitud del paso del pie derecho es sistemáticamente diferente de la del pie izquierdo, en una proporción, o de 60/40 o de 70/30, con una inversión a intervalos regulares. Se recomienda siempre efectuar esta marcha «sin utilizar la fuerza de los pies» (musoku), lo que explico como una forma de desplazamiento por inmersión.
Poner de manifiesto el desplazamiento por inmersión sugiere varias líneas de investigación relativas las unas a las condiciones que dieron lugar a los modelos corporales, y otras a su modo de difundirse entre la sociedad japonesa.
Fuente:Tokitsu Ryu

sábado, 15 de noviembre de 2008

Promoción seminario Aiki-Zen

Promoción del seminario realizado el 8 de Novienbre

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El silicio orgánico; un oligoelemento esencial para la salud

El silicio orgánico es un oligoelemento esencial, es decir, indispensable para la salud del ser humano. Pero además constituye un instrumento terapéutico de increíbles alcances en distintas ramas de la Medicina. Y, sin embargo, la Silicoterapia -el tratamiento sólo con silicio de diversas patologías- continúa siendo hasta la fecha una posibilidad poco conocida aunque ya se la mencionara en los papiros egipcios.
El silicio es el segundo elemento más abundante de la corteza terrestre tras el oxígeno y probablemente el más importante del reino mineral. De hecho, en combinación con el oxígeno conforma numerosos tipos de rocas, granitos, arenas, arcillas y piedras hermosas como el ópalo, el cristal de roca, la amatista, el ágata o los minerales de cuarzo. En tan distintas formas constituye ¡cerca del 20% de los átomos de la corteza terrestre! Y no sólo eso: está presente en plantas, animales y humanos. De ahí que se le considere un mineral universal y ubicuo. El científico Jean Calcagni no dudó por ello en resaltar en 1984 "la importancia de este mineral para los procesos metabólicos y para la vida celular en los animales superiores". Una importancia de la que ya en 1910 hablaría el propio Louis Pasteur.
A. Mary, por su parte, resaltaría que "el silicio puede activar notablemente la fagocitosis, contribuir a la mineralización del suero sanguíneo y de los órganos debilitados, y regenerar las células al excitar la ósmosis. Su acción, sea preventiva sea curativa, se deduce naturalmente de sus propiedades físico-químicas, de su constancia y de su rol osmótico en la célula organizada". La experiencia posterior demostraría el carácter polivalente de la Silicoterapia y de lo atinado de esas previsiones ya que, en efecto, el silicio orgánico se muestra altamente eficaz en la prevención y tratamiento de un buen número de patologías.
Conocido desde la antigüedad
A pesar de que ya los egipcios conocían la utilidad terapéutica del silicio, la Silicoterapia no se desarrollaría hasta mediados del siglo XX. El motivo ha de buscarse en el hecho de que los alcances terapéuticos de este mineral dependen de cuál sea su forma molecular. Y lo explicamos. Históricamente, terapeutas, herboristas y científicos se habían topado con un obstáculo difícil de vencer: obtener una molécula de silicio orgánico, única forma en la que el mineral puede ser absorbido por el ser humano y alcanzar toda su eficacia terapéutica. Un problema que se resolvería en 1957 gracias al trabajo del químico e ingeniero Norbert Duffaut -primer catedrático de Química Orgánica y Organometálica de la Universidad de Burdeos (Francia)- quien logró sintetizar una molécula de silicio orgánico que fue luego perfeccionada sucesivamente y continuaría siendo mejorada aún más al comenzar la colaboración con el geólogo Loïc Le Ribault, a quien puede considerarse creador de la Silicoterapia. Y es que con el tiempo ambos probarían el tratamiento con silicio orgánico ¡en más de 50.000 pacientes con afecciones diversas!. Siendo en 1999 cuando Le Ribault -Duffaut ya había fallecido- publicaría los resultados. Pues bien, según estos puede afirmarse que el silicio orgánico:
-Es terapéuticamente eficaz.
-No es tóxico y es hipoalergénico.
-Carece de efectos secundarios nocivos y contraindicaciones.
-Puede ser usado incluso por bebés y mujeres embarazadas.
-Es completamente asimilable por el organismo humano.
-Fortalece las defensas y el sistema inmune.
-Actúa en la totalidad del organismo reequilibrando las deficiencias.
-Contribuye a la remineralización y restitución del capital óseo y cartilaginoso.
-Reestructura las fibras de elastina y de colágeno.
-Disminuye los niveles de colesterol.
-Actúa eficazmente sobre la hipertensión.
-Es un potente antiinflamatorio y analgésico.
-Acelera la cicatrización.
En suma, es evidente que son muchos y muy diversos los beneficios que este mineral -eso sí, en su forma orgánica- puede aportar a nuestro organismo y de ahí la importancia de ingerir suficiente cantidad a través de la alimentación. El único inconveniente es que esos niveles pueden variar por diversas causas. Por ejemplo, en función del sexo ya que se ha comprobado que existe un 35% menos de silicio en el tejido muscular de la mujer que en el del hombre. Pero también según la edad ya que se ha observado un descenso general de los niveles de silicio en el cuerpo a medida que se envejece. Asimismo, en los enfermos de tuberculosis y cáncer se ha constatado un descenso significativo de la tasa de silicio en el tejido conjuntivo. Es más, en la aterosclerosis la aorta y las arterias afectadas por placas presentan de 14 a 20 veces menos silicio que las arterias normales. Un dato trascendente porque el silicio confiere flexibilidad a las arterias. Cabe añadir que también en distintas patologías óseas se ha observado que al comienzo de los procesos de desmineralización decae de manera notable la tasa de silicio.
Protector cardiovascular
Leonardo Da Vinci decía que "la edad del hombre depende de la edad de sus arterias". Hoy se podría añadir "y de la cantidad de silicio que éstas contengan". Y decimos esto porque en la actualidad se sabe que este mineral protege las arterias de varias formas (no en vano la aorta es la parte del cuerpo donde se concentran las mayores cantidades de silicio). Por ejemplo, confiere integridad al tejido elástico de la arteria, determina la elasticidad de la misma, la impermeabiliza frente a los lípidos y los depósitos de calcio, y mantiene la integridad enzimática que protege al tejido arterial de los cúmulos de grasas. Por tanto, es obvio que este mineral es un buen protector vascular que conserva la estructura y metabolismo de las paredes arteriales. Pero, además, el silicio disminuye los niveles de colesterol y combate la hipertensión.
De hecho, ya en los años sesenta Duffaut y el cardiólogo Roland Rager obtuvieron éxitos notables en el empleo del silicio orgánico en cardiología para tratar casos de angina de pecho, infarto de miocardio y arteritis de los miembros inferiores. De sus estudios se obtuvieron datos muy importantes para comprender la patología arterial ya que según los mismos:
-El deterioro de las fibras elásticas de las arterias está determinado en buena medida por la pérdida de silicio.
-Las arterias de los niños presentan 4 veces más silicio que las de personas de edad avanzada.
-El proceso de formación de las placas de colesterol corre paralelo con la pérdida de silicio.
-La pérdida de silicio hace que las fibras elásticas se deterioren y se fragmenten favoreciendo su permeabilidad a los lípidos. Empobrecimiento que antecede a los depósitos de grasas y de calcio en las paredes arteriales.
-A mayor pérdida de silicio más profunda es la calcificación de la placa de colesterol.
-Una arteria con ateromas tiene de 10 a 20 veces menos silicio que una arteria normal.
Además el silicio orgánico actúa también sobre los problemas de circulación venosa -como las varices y las hemorroides- ya que mejora el tono de las paredes venosas y combate el edema y la inflamación por lo cual permite mejorar molestias como las piernas pesadas.
En definitiva, el silicio orgánico constituye un medio eficaz y sencillo de prevención y de tratamiento del deterioro de las arterias y un buen protector de la función cardiovascular.
Silicio y enfermedades reumáticas
Pero si ya es importante su papel de protector cardiovascular lo cierto es que donde el silicio orgánico ha mostrado más claramente sus efectos terapéuticos es en el tratamiento de enfermedades reumáticas. En estas dolencias el silicio logra disminuir el dolor y la inflamación y provocar una gradual regeneración del cartílago de las articulaciones afectadas. Asimismo, da muy buenos resultados en el alivio de las dificultades de movilidad asociadas a estas afecciones. Por tanto, el silicio es analgésico y antiinflamatorio pero además aporta la ventaja de ser natural y de no provocar ningún efecto secundario.
Por otro lado, conviene explicar que el silicio es parte importante de las estructuras que componen el tejido conjuntivo como son el colágeno, la elastina, los proteoglicanos y las glucoproteínas estructurantes. Por sus características, este mineral determina la integridad del tejido conjuntivo actuando en varios niveles. Por ejemplo, el silicio actúa como cimentador de los tejidos por su ubicuidad (está contenido en todos ellos), resistencia y por los enlaces estructurantes que es capaz de crear. Además asegura la mineralización de los tejidos y determina la formación y estructuración de huesos, tendones, ligamentos y cartílagos.
De esta forma, un aporte adecuado de silicio orgánico asegura una buena salud osteoarticular, fortalece las articulaciones y previene su degeneración además de fortalecer y flexibilizar los huesos disminuyendo su porosidad e incrementando la fijación de los minerales en los huesos.
Por otro lado, la omnipresencia del silicio en el tejido conjuntivo le confiere un papel defensivo. Se ha observado que el silicio ayuda a excretar ácido úrico y urea, y actúa como barrera contra procesos degenerativos de los tejidos; por ejemplo, de la piel (verrugas), de las arterias (formación de placas), etc. Otros autores han demostrado que el silicio mejora la fagocitosis, la producción de linfocitos y las reacciones alérgicas.
En resumen, el silicio puede aportar numerosos beneficios a nuestra salud. Por eso es fundamental controlar su ingesta, procurarnos alimentos ricos en ese mineral o consultar a un especialista para que nos asesore sobre algún complemento dietético adecuado a nuestras necesidades.
Sara Muñoz
Silicio y cuerpo humano
Se ha podido cuantificar que lo común es encontrar unos miligramos de silicio por cada 100 gramos de tejido humano. También se sabe que se encuentra, sobre todo, en el tejido conjuntivo, en la aorta, en los vasos sanguíneos, en los cartílagos, en el timo, en el hígado, en el bazo, en el páncreas, en la piel, en las uñas y en el cabello. La tasa en sangre es inferior a 10 ppm (partículas por millón) y la orina excretada diariamente contiene alrededor de 20 miligramos.
Se absorbe básicamente mediante la alimentación aunque, en su forma orgánica, es fácilmente absorbido a través de la piel.
En cuanto a su eliminación, normalmente tiene lugar por vía renal y por las heces pero también perdemos silicio al cortarnos el cabello, las uñas o al expulsar mucosidades.
El aporte de silicio
La dieta moderna no aporta la cantidad de silicio necesaria para el buen funcionamiento de nuestro organismo. Por eso es recomendable tomar algún suplemento que lo contenga -siempre asesorado por un especialista- o preocuparse especialmente de incluir en nuestro menú diario algún alimento rico en silicio: avena, mijo, cebada, arroz (todos ellos integrales), patatas, remolacha, alfalfa, soja y vegetales verdes. Otra fuente tradicional de silicio era el agua pero el uso de sales de aluminio en los procesos de potabilización en las grandes ciudades elimina las ya de por sí pequeñas cantidades que en condiciones normales contendría.
En suma, es importante que observe estas indicaciones y procure incluir el silicio en su dieta ya que, al contrario de lo que ocurre con otros minerales, conforme envejecemos desciende el contenido de silicio en nuestros tejidos y nuestra capacidad para absorberlos con la alimentación.
Estados de carencia de silicio
Conviene saber que la carencia de silicio puede generar una amplia gama de padecimientos:
-Patologías coronarias.
-Alteraciones osteoarticulares y del tejido de sostén.
-Disminución de las defensas.
-Problemas broncopulmonares.
-Retraso del crecimiento.
-Huesos frágiles.
-Piel deshidratada.
-Acné.
-Tendencia a abscesos y fístulas.
-Amigdalitis.
-Deficiencia intelectual.
-Conjuntivitis.
-Caries dentales.
-Fragilidad y/o caída del cabello.
-Uñas frágiles y opacas.
-Tendinitis.
-Fibrosis.
-Flacidez articular.
Además, tanto en la tuberculosis como en el cáncer se ha confirmado la falta de este mineral.
El silicio, un oligoelemento esencial
Hay que decir que el reconocimiento del silicio como oligoelemento esencial -elemento mineral que a pesar de precisarse en muy pequeña cantidad en el cuerpo es indispensable para la salud y la vida- no se hizo hasta 1972. De hecho, hasta ahora se han identificado 14 oligoelementos esenciales: el silicio, el vanadio, el molibdeno, el magnesio, el hierro, el cobalto, el níquel, el cobre, el zinc, el selenio, el estaño, el yodo y el flúor.
¿Y cuándo un oligoelemento -o un mineral- es considerado esencial? Pues lo es cuando:
-su carencia produce una alteración funcional en el organismo.
-su presencia es importante para el desarrollo.
-los síntomas patológicos generados en los diversos tejidos se asocian con una disminución de dicho elemento en esos tejidos.
-se observa un retorno al normal funcionamiento orgánico y una normalización del desarrollo después de aportar (en cantidad y calidad adecuados) el elemento faltante.
Esperanza en Alzheimer
El laboratorio de Toxicología y Salud Medioambiental de la Facultad de Medicina de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) ha dado un pequeño pero importante paso en la lucha contra el Alzheimer ya que después de cuatro años de trabajo con ratas en el laboratorio sus investigadores han demostrado que la administración de un suplemento de silicio en la alimentación tiene efectos preventivos sobre la acumulación de aluminio en el cerebro y otros tejidos. Y decimos que el hallazgo es importante porque numerosas investigaciones indican que la presencia del aluminio -que se acumula en los tejidos nerviosos- es uno de los factores desencadenantes de dicha patología por lo que podría administrarse de forma preventiva a los grupos de riesgo cuando éstos -gracias a los avances científicos- puedan ser identificados.
Fuente:Discovery DSalud

martes, 11 de noviembre de 2008

lunes, 10 de noviembre de 2008

El credo del samurai

No tengo parientes, yo hago que la tierra y el cielo lo sean.
No tengo hogar, yo hago que ellos también lo sean.
No tengo poder divino, yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo medios, yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico, yo hago de mi personalidad mi poder mágico.
No tengo cuerpo, yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos, yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos, yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades, yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes, yo hago de mi auto-defensa mis leyes.
No tengo estrategia, yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas, yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros, yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios, yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas, yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.
No tengo talento, yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos, yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos, yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura, yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo, yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada, yo hago de mi no mente mi espada.

Autor desconocido

sábado, 8 de noviembre de 2008

martes, 4 de noviembre de 2008

La lotería mental

Existe un desorden mental que se está expandiendo por toda nuestra sociedad y el cual puede destruir nuestro Aikido y nuestra vida. Esto es la “lotería mental”; El deseo del éxito no merecido. Leemos sobre esto todos los días - un hombre ganó la lotería por lo que aseguró toda su vida, o una mujer ganó una demanda por lo que no tendrá que trabajar más. El solo pensamiento de éxito no merecido nos trae una sonrisa a la cara - el nuevo sueño americano.
Estarás pensando, “que hay de malo en ganarse la lotería, y que tiene que ver esto con mi Aikido?” No hay nada malo en ganarse la lotería; sin embargo, la búsqueda del éxito no merecido y lo que esto representa puede ser peligroso para todos los aspectos de tu vida, incluyendo tu Aikido, Si alguien te ofreciera un boleto de lotería con la oportunidad de “ganar” el secreto para alcanzar la maestría del arte del Aikido, ¿te reirías de ello?, ¿o no y pensarías seriamente en comprar este boleto?
Todos hemos oído alguna vez a estudiantes pedir a sensei un consejo para mejorar su técnica, tan solo para recibir la invitación de seguir practicando. En un seminario el sensei ofreció revelar su secreto (ki) para mejorar nuestro Aikido. Cada uno de nosotros encendió su grabadora mental para grabar este atajo al éxito. Sensei procedió a sugerir que todos deberíamos practicar las técnicas básicas, los movimientos y las katas con armas quince veces a la semana por lo menos durante dos años. Se pudo haber oído la desilusión general, nos estaba diciendo que la clave para mejorar era comprometerse con el entrenamiento. Ya todos sabíamos eso! Todos podemos tener éxito si nos comprometemos a trabajar duro y practicar. Pero queremos el secreto del éxito no merecido, queremos ganar la lotería.
Vi un ejemplo de lotería mental durante un breve encuentro entre un golfista profesional y un aficionado. El pro estaba golpeando la bola cuando un aficionado se acercó y comenzó mirarlo. El pro era conocido por haber golpeado la bola mil veces al día durante su juventud, y aun era considerado como uno de los profesionales más dedicados. El aficionado finalmente se acerco al pro, se presentó a si mismo y comenzó a explicar cuanto gozaba del golf, pero que no podía mejorar su juego. Entonces pidió al profesional le diera un consejo que le ayudara a mejorar su técnica. El pro dejó su práctica y aconsejó al hombre que debería golpear la bola por lo menos quinientas veces al día. El hombre se quedó en silencio mientras el pro regresaba a su práctica. Después de unos minutos el hombre recobró su compostura e interrumpió al pro para decirle que él no tenía tiempo para golpear la bola tantas veces, y que lo que él quería era un consejo que le ayudara a vencer a sus amigos en el fin de semana. El pro se detuvo, dio un paso hacia el hombre y en palabras que no dejaban ninguna duda le dijo que el golf es algo difícil de dominar, y que él no tenía el tiempo de dar consejos a nadie que no tuviera el tiempo para practicar.
Entendemos la diferencia entre un amateur y un profesional, sin embargo, nuestra tendencia es excusar la falta de compromiso del amateur, y por implicación, su deseo de éxito no merecido. Está bien si alguien golpea la bola mil veces al día si su deseo es ser profesional, o hacer mil cortes con el bokken al día si quiere convertirse en un sensei, pero el resto de nosotros debería estar satisfecho con nuestra oportunidad de ganar la lotería. La “lotería mental” que practiquemos en una parte de nuestra vida pronto se expandirá a todos los aspectos de nuestra vida como un cáncer. Sin el reconocimiento de este desorden, pronto estaremos gastando nuestras energías persiguiendo “boletos de lotería” en lugar de comprometernos con nuestra práctica diaria.

Traducción Salvador Lopez Ollinkikai Aikido

domingo, 2 de noviembre de 2008

Yasuo Kobayashi Shihan - 8º Dan

Nació el 20 de septiembre de 1936 en la Kudan distrito de Tokio.Es actualmente 8 º dan. Se graduó en ingeniería eléctrica en la Universidad de Meiji. Como Jefe Instructor de Aikido Kobayashi Dojo, supervisa directamente las clases 90 dojos de aikido ubicados en Santama, Saitama, Chiba y Kanagawa Prefecturas. Kobayashi Sensei es Director del Club de Aikido de la Universidad de Meiji Departamento de Educación Física, Shihan del Club de Aikido de la Universidad de Saitama, y Shihan del Club de Aikido de la Universidad Keizai de Tokio Departamento de Educación Física. Kobayashi Sensei estudió en la judo Kodokan como un estudiante de la escuela media y aprendió sobre el aikido después conocer al hijo mayor de Danzaki Sensei, Presidente de la Federación de Iaido. Se matriculó en el Aikido Hombu Dojo, en abril de 1954 y estudió tanto judo y aikido hasta su tercer año de estudios universitarios. Fue compañero de clase de Akio Kaminaga que era un miembro del equipo de judo olímpico de Tokio. Como uchideshi en el Hombu Dojo, Kobayashi estudió Aikido con el Fundador Morihei Ueshiba, Doshu Kisshomaru Ueshiba, Koichi Tohei Shihan (actualmente Director del Shin Shin Toitsu Ki Society), el difunto Kisaburo Osawa Shihan, el difunto Morihiro Saito Shihan, Sadateru Arikawa Shihan, Hiroshi Tada Shihan, el difunto Seigo Yamaguchi Shihan, Nobuyoshi Tamura Shihan (actualmente en Francia), Masamichi Noro Shihan (actualmente en Francia la enseñanza "Ki No Michi"), y otros instructores y personas de la tercera edad. Kobayashi Sensei entrenó duro junto con otros uchideshi en el Hombu Dojo, incluidos los siguientes profesores actualmente activos en los EE.UU.: Mitsugi Saotome Shihan, Yoshimitsu Yamada Shihan, Kazuo Chiba Shihan, Mitsunari Kanai Shihan y Seiichi Sugano Shihan. Él estableció el Club de Aikido de la Universidad de Meiji durante su tercer año en la Universidad de Meiji. Katsuaki Asai Shihan del Aikikai de Alemania que entró en el Hombu Dojo, mientras fue estudiante también se sumó al Club de Aikido de la Meiji University después de Kobayashi Sensei.En el momento de su graduación de la universidad en 1958, se convirtió en un instructor en el Aikido Hombu Dojo. Junto con el actual Doshu Kisshomaru Ueshiba, Kobayashi Sensei se dedicó a la difusión del aikido.En abril de 1969 durante la enseñanza en el Hombu Dojo, Kobayashi Sensei mandó construir un 18-mat tatami en el dojo de su casa de Kodaira City, Tokio.En el Aikido Kobayashi Dojo comenzó junto a su hijo de tres años. Kobayashi Sensei renunció a su puesto docente en el Aikido Hombu Dojo en noviembre de 1972 momento en el que abrió 48-mat tatami dojo de Aikido en la ciudad de Tokorozawa. A continuación se dedicó a la difusión del aikido en Santama y Saitama, en las afueras de Tokio. Al mismo tiempo, se centró en la formación de instructores de aikido. Entre los instructores de aikido que ha formado estan: Kazuo Igarashi, 6 º dan, en Sagamihara y Hachioji; Kengo Hatayama, 6 º dan, en Tokorozawa; Haruyoshi Horikoshi, 6 º dan, en Kasuga; Haruo Ishigaki, 6 º dan, en el Urawa y Oomiya; Hiroyuki Hasegawa, 4 º dan, en Chiba; Hiroaki Kobayashi, 4 º dan, en Tachikawa y Hino; Manabu Masuda, 4 º dan, en Koshigaya y Kusaka; Yuzo Kin, 3 º dan en Noborito y Atsugi, y Ichitomi Shikanai, 6 º dan, en el que enseña Brasil. Kobayashi Sensei sigue dedicandose al desarrollo de los jóvenes instructores.
Fuente:aikido-bg.org