La espiritualidad ayuda a que los niños sean más felices, señalan los resultados de un estudio realizado con más de 760 niños de colegios religiosos y públicos. La razón: la espiritualidad, considerada como un sistema interno de creencias, produce el sentimiento de vivir con un sentido, estimula la esperanza, refuerza las normas sociales positivas, y proporciona una red social de apoyo, todos ellos elementos que mejoran el bienestar personal. Estos resultados hacen pensar en la necesidad de estrategias destinadas a proporcionar a los niños una educación espiritual, a inculcarles actitudes hacia los demás como la amabilidad o el altruismo. Porque, en definitiva, la gente feliz es más tolerante, creativa y productiva, según los científicos. Por Yaiza Martínez.
La espiritualidad determina el grado de felicidad de los niños, señala un estudio realizado por los científicos Mark Holder, Ben Coleman y Judi Wallace, de la Universidad de Columbia, en Canadá, y cuyos resultados han aparecido publicados en la revista especializada Journal of Happiness Studies.
Los mismos resultados apuntaron, sin embargo, a que las prácticas religiosas (como ir a la iglesia, rezar o meditar) no influyen en el nivel de felicidad infantil. Una explicación posible para esta ausencia de relación podría ser que los padres, y no los niños, son los que determinan la frecuencia de estos hábitos, explican los investigadores.
La espiritualidad podría describirse como el hecho de tener un sistema interior de creencias, mientras que la religiosidad es una actividad más organizada y externa, que puede estar basada en una iglesia, un libro, unas prácticas o rituales, etc.
Aspectos personal y comunitario
La investigación fue llevada a cabo en cuatro colegios públicos y dos privados (religiosos), con un total de 761 niños. A todos ellos se les sometió a seis cuestionarios distintos con los que se midieron los niveles de felicidad, espiritualidad y religiosidad de los pequeños, así como su temperamento natural.
Los padres de los niños también participaron en las encuestas, informando sobre el grado de felicidad y el tipo de temperamento de sus hijos.
Aunque ya se habían realizado investigaciones acerca de la relación entre felicidad y espiritualidad y religiosidad en adultos y adolescentes, esta misma relación no había sido nunca bien estudiada en niños.
Según explican los científicos en su artículo original, los participantes seleccionados para las pruebas tenían entre ocho y 12 años, porque es en estas edades cuando los niños son capaces ya de identificar y emplear sus emociones.
El análisis de los datos de los cuestionarios reveló que los niños que afirmaban ser más espirituales eran más felices.
En concreto, el aspecto personal (por ejemplo, el valorar la propia vida o sentir que ésta tiene sentido) y el aspecto comunitario (la calidad y profundidad de las relaciones interpersonales) de la espiritualidad de los niños fueron potentes pronosticadores de la felicidad de éstos.
Altruismo y amabilidad
La espiritualidad explicó de hecho el 27% de las diferencias en los niveles de felicidad de los niños.
Por otro lado, el temperamento de los pequeños también fue un importante pronosticador de su felicidad. En particular, los niños más felices resultaron ser los más sociables y los menos tímidos.
Pero, incluso sin tener en consideración el temperamento a la hora de medir el grado de felicidad de los participantes, la relación entre espiritualidad y felicidad siguió siendo importante.
Según los autores, la investigación apunta a que el incremento del sentido personal podría ser un factor clave en la relación entre espiritualidad y felicidad en los niños.
Por eso, cualquier estrategia en esta dirección, como ayudarles a expresar amabilidad hacia otros, a ser altruistas o a practicar el voluntariado, les hará sentirse más felices.
El dinero no da la felicidad
Estos resultados coinciden con los de estudios similares realizados a adultos y adolescentes. Diversas investigaciones han demostrado que existe una relación positiva similar entre la espiritualidad o la religiosidad y la satisfacción vital, la felicidad o el bienestar.
Según explica Holder en un artículo publicado anteriormente por la Universidad de Columbia, factores como el dinero contribuyen poco a la felicidad de los niños.
De hecho, señala el investigador, el dinero sólo explicaría el 1% de los sentimientos de felicidad de los pequeños, tanto si éstos estudian en colegios públicos como si lo hacen en colegios privados.
Es la espiritualidad, en cambio, la que produce el sentimiento de vivir con un sentido, estimula la esperanza, refuerza las normas sociales positivas, y proporciona una red social de apoyo, todos ellos elementos que mejoran el bienestar personal.
Aún quedan muchas cuestiones por explorar a este respecto, como la de cómo potenciar la felicidad de los niños aplicando esta nueva comprensión de lo que contribuye a que sean felices, pero los investigadores esperan que algún día haya actividades escolares que vayan en esta dirección. En definitiva, la gente feliz es más tolerante, creativa y productiva.
Fuente:Tendencias21.net
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