Dojo Kannagara No Michi

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jueves, 7 de mayo de 2009

Hara, centro vital del hombre


La labor de la Asociación Cultural de Budo Tradicional Japonés tiene como uno de sus referentes de trabajo, el legado científico de Karlfried Graf Dürckheim, a partir de su obra "Hara, Centro Vital del Hombre".
Karlfried Graf Dürckheim nace el 24 de octubre de 1896 en Munich, Alemania. Entre 1918-23 estudia filosofía y psicología en Munich y Kiel, doctorándose en Filosofía. Del año 1925 al 1932 asiste al Instituto de Psicología de la Universidad de Leipzig, en donde se doctora en Psicología.
En 1937 se traslada a Japón, en donde permanece hasta 1947.
A partir de 1948 trabaja como psicoterapeuta , con un círculo de colaboradores, en Todtmoos-Rütte, Alemania, donde funda el Centro Rütte y la Escuela de Terapia Iniciática. Los últimos años de su vida fue Catedrático de Psicología y Filosofía en la Universidad de Kiel. Fallece el año de 1990.
¿Cuál es la relación entre la práctica del Aikido - o del Kendo, Iaido, Jodo, Hojo- y la obra de K. G. Dürckheim...?
Para que el lector de esta página web pueda formarse una primera idea acerca de la pertinencia del legado de K. G Dürckheim, a continuación transcribimos el Prefacio que para su obra "Hara, Centro Vital del Hombre", escribió uno de sus estudiantes, Jacque Castermane.
"Me es muy grato invitarles a leer las páginas que siguen. Son obra de un Maestro. No me atrevo a escribir de un Maestro Espiritual, por temor a que se pueda comprender mal. Un Maestro, hoy, se interesa por el hombre total, es decir, por el hombre, por la mujer, en su realidad corporal, en su realidad psíquica, en su realidad espiritual.
Si bien la palabra "HARA" es de lengua diferente, lo que este vocablo esconde y revela no es privativo del mundo japonés. HARA es el nexo entre lo físico y lo meta-físico, entre lo psíquico y lo meta-psíquico, y HARA es el lugar donde la Vida universal deviene vida existencial en cada hombre.
¿Qué quiere decir esto para ustedes y para mí en nuestra vida diaria? Yo lo comprendí cuando me encontré con Karlfried Graf Dürckheim.
Fue en 1966 en Bruselas, en la celebración de un coloquio que tenía como tema "Lo esencial en lo cotidiano". Yo no conocía a ninguno de los cuatro conferenciantes. Todos hablaban con seriedad del tema para el que habían sido invitados. Pero muy pronto, uno de ellos atrajo mas especialmente mi atención. ¿En que se diferenciaba este hombre de los demás? De repente lo comprendo, o más bien, veo la diferencia: este hombre ES aquello que dice. Sí, por su forma de "estar" emana la confianza que evoca. Si pronuncia la palabra serenidad, allí donde él "está" se ve a alguien sereno. ¡Este hombre está en el HARA!
Ese encuentro fue decisivo en mi vida. Dejé todo lo que hasta entonces daba un sentido (?) a mi existencia, para seguir la enseñanza de Karlfried Graf Dürckheim.
¡Enseñanza! la expresión no es la adecuada. Se trata mas bien de un acompañamiento en el camino de transformación de uno mismo. Trabajar el HARA está en el centro de este proceso de maduración.
Unos días antes de escribir estas líneas, he tenido la oportunidad de estar una vez mas con Karlfried Graf Dürckheim. Con sus casi noventa años, sigue siendo testigo de lo que ustedes van a leer en este libro. En el corazón de este testimonio, está su interés por la vida de cada día, por cada instante de lo que le queda de existencia y, a la vez, con esa mirada lúcida sobre la muerte que se aproxima. Un acercamiento sin miedo, sin emociones extravagantes, como él mismo dice. Sin duda el más alto punto de madurez al que el hombre puede acceder: dar testimonio en la vida cotidiana de la presencia inocente del SER".
Visto lo anterior, a continuación presentaremos un aparte tomado del texto de K. G. Dürckheim, que, esperamos, motive al lector de nuestra página web a leer el texto entero; enseguida, abordaremos, brevemente, la relación existente entre HARA y la práctica de AIKIDO. No se diga mas, entonces, y entremos en materia.
1. "EL HARA, FUERZA EXISTENCIAL"
Aparte tomado de "Hara, Centro Vital del Hombre"
autor K. G. Dürckheim.
Desde el principio hasta el final de la vida, al hombre le preocupa su permanencia en este mundo.
Quiere mantenerse y preservarse, lo que se traduce por un constante afán de seguridad y de estabilidad. Ha de poder, tanto afirmarse e imponerse, como defenderse. Si ha perdido el contacto con el SER supranatural encarnado en un Ser esencial, o si no lo ha reencontrado aún, necesita contar únicamente con el mundo en el que vive, y con las facultades de las que el Yo dispone, para tener la vida en sus manos. Pero el hombre que dispone de Hara, no se fía únicamente del mundo, ni lo apoya todo en las fuerzas del Yo. Vive una doble experiencia: ha comprendido, primero que las fuerzas centradas en el Yo y dirigidas por éste, al igual que la conciencia que él tiene de sí mismo, toman su verdadero origen en otra parte, y no en el Yo y, luego, que el hombre que se repliega en el terreno del Yo es, en el fondo, débil e inestable. Está bloqueado el surgimiento de una fuerza mas profunda. Quien dispone de Hara se sirve, sin duda alguna, de todas las fuerzas naturales del Yo, pero ha aprendido a no apoyarse únicamente en ellas, y a preservar su nexo con la otra "dimensión", aquella de donde le vienen las fuerzas que no dependen de las circunstancias, aquéllas que dan libre curso a las fuerzas naturales, incluso sobrepasándolas.
El hombre que dispone de Hara, "está ahí" bien derecho. No es fácil hacer que se tambalee ni que cambie de opinión (...) Aquel que domina la practica del Hara es también menos fatigable. Puesto que siempre logra recuperar el nexo con su centro, le es posible en todo momento abrirse a la segura fuente de las fuerzas que le renuevan (...)
El maestro de tiro con arco Kenran Umeji tenía por costumbre invitar a sus alumnos a tocar los músculos de sus brazos cuando tensaba el arco, cosa que no lograba nadie sino él. Sus alumnos podían entonces comprobar que sus músculos estaban perfectamente distendidos. Si cualquiera de ellos expresaba su sorpresa a este respecto, el maestro se echaba a reír diciendo: "El principiante es el único que trata de tensar el arco con su fuerza muscular; yo lo hago simplemente con Ki ". Ki, o sea, con la fuerza universal, de la que participamos en nuestro Ser esencial. Con el Hara hay que aprender a sentirla, y a dejarla venir, al contrario de como se hace con la fuerza movida por la voluntad, la fuerza del "hacer".
El hombre que está en el Hara sabe también esperar. Cualquiera que sea la situación en la que se encuentre, da muestras de paciencia y siempre tiene tiempo. Puede observar con calma, sin sentirse obligado a intervenir si algo le desagrada. Cuanto más haya avanzado en la practica del Hara, habiendo aprendido a conocer esta fuerza que le confiere calma y paciencia, toma antes conciencia de aquellos momentos en que deja el centro "justo", cayendo bajo el influjo del Yo egocéntrico. Y, con naturalidad, y sin quererlo, recupera el centro.
El hombre que dispone de Hara, está en calma. También el Hara ejerce una virtud curativa con respecto al nerviosismo, bajo cualquier forma que se presente. Desaparece la agitación, y los ligeros movimientos involuntarios. Se podría decir que en el cuerpo se produce un reconciliación, una paz interior que no es sinónimo de falta de vida, sino expresión de una fuerza concentrada en el centro vital, fuente de seguridad, y una armonía a la vez viva, "vibrante" y apacible, de ese todo que es el hombre.
Quienes no disponen del Hara, pierden fácilmente la forma. Enseguida montan en cólera, son de salud frágil, y ante la adversidad, pierden pronto su porte. Por el contrario, en aquel que está en el Hara, los motivos de irritación no le prenden, o bien dan paso a una enérgica reacción que es testimonio de la fuerza que le confiere el Hara.
2. AIKIDO y HARA
Texto libre basado principalmente en el libro
"Aikido un arte marcial, acceso a otro modo se ser"
autor André Protin.
En la concepción oriental del hombre y en las artes marciales, el hara representa el centro de la unidad del ser humano o el punto de su coordinación. Es la fuente de la que puede fluir e irradiar espontáneamente toda la energía vital, el ki que posee cada ser viviente cuando ha aprendido a recogerse, a movilizar todo su potencial, a dominarlo y a volverlo disponible. Es el punto de articulación del cuerpo y el espíritu, del ser individual y el ser social, del ser y el universo.
Es difícil para nosotros los occidentales, que oponemos lo físico a lo espiritual, que sólo concebimos al hombre de acuerdo con la dicotomía Cuerpo/Espíritu, imaginar solamente una zona no definida, sino simplemente localizada por debajo del centro umbilical del cuerpo, centro que nada tiene de órgano preciso y que sería el lugar por excelencia del equilibrio de la personalidad y la espiritualidad.
En todo momento el aikido se refiere al hara y recomienda su dominio como condición necesaria de todo progreso, sea éste de orden técnico, conductual o mental, tanto en el dojo como fuera de él. En las artes marciales , la terminología concerniente al hara varía según los maestros. Lo que O Sensei Ueshiba designaba como "seika tándem" o "centrum", el maestro K. Tohei llama "seika no ittem" o "punto único".
El hara, llamado a menudo el "océano del ki", es el centro de toda vida, el centro por el que todo ser tiene la posibilidad de consolidar su personalidad, su yo. Esta consolidación se lleva a cabo en un primer momento a partir de los factores constitutivos de lo físico, que son ya de por sí mismos una expresión de la personalidad. El objeto de todos los ejercicios preparatorios, de apariencia gimnástica o mas específicos del aikido - conocidos como aikitaiso- constituye la "recuperación" del cuerpo para volverlo capaz de sentir, reaccionar y vivir la realidad.
Todos estos ejercicios, algunos de los cuales se aproximan bastante a los masajes -shiatsu- o a la manipulación corporal, apuntan a devolver al cuerpo toda su vitalidad, ajustando el funcionamiento de los órganos internos.
Desde un punto de vista funcional, el hara, por su situación en la parte inferior del abdomen, corresponde a lo que consideremos nuestro centro de gravedad. Es pues, el lugar privilegiado del equilibrio vertical a partir del cual es posible todo movimiento correcto. Y, en nuestro caso, los movimientos del aikido.
Ser amo del propio hara es, en el nivel del cuerpo, sentirse bien equilibrado, es posición estable y distendida en reposo, con la posibilidad de ponerse en movimiento sin que eso haga perder el aplomo, se trate de un desplazamiento rectilíneo uniforme o toda otra clase de movimiento circular en un plano horizontal o vertical. Los ukemis o rompecaídas que practica el uke, cuando se encuentra momentáneamente con pérdida del equilibrio (porque el nage se hurta al ataque o lo arrastra en un desequilibrio que acentúa), son un modo de recuperación del equilibrio perdido que le permite a la vez, mediante un "rodado-girado mejorado" sobre el tatami, evitar todo daño y encontrarse otra vez en posición de ataque. El buen éxito de las caídas en aikido se vincula en gran parte con la confianza que se tiene depositada en el propio cuerpo, la propia coordinación corporal y su dominio del espacio.
En aikido, donde el ataque y el contraataque se excluyen y, por consiguiente, donde el combate y el enfrentamiento no existen -cuando menos en el sentido en que generalmente lo entendemos- el cuerpo pierde su cualidad de instrumento, de arma, para no ser ya sino el instrumento del espíritu; su papel durante una agresión consiste, pues, en evitarla y dejar que se pierda por sí misma, o aun evitarla, envolverla y conducirla luego hasta su anulación total.
En una proyección de aikido, el cuerpo del nage se encuentra concentrado hasta tal punto, que puede ejecutar, a partir de una actitud estática, todo el movimiento en una perfecta continuidad en que la decisión, la elección del movimiento y su realización muscular se superponen con tanta nitidez, que da la impresión que el cuerpo sabe lo que debe hacer; el conjunto del movimiento se desenvuelve en un equilibrio tan indiferente, que la energía puede surgir en todo instante, en el sitio querido del cuerpo y en la dirección deseada y ello, a pesar de la rapidez de ejecución y la presencia de uno o varios adversarios.
El papel primordial atribuido al Hara o Tándem es reunir todas las disposiciones del cuerpo, vincular entre ellas todas sus partes, dándole así mas potencia y eficacia en la realización de sus acciones. No son ya sólo las manos las que asen, los hombros los que trabajan, las piernas las que se desplazan, sino es el cuerpo en su conjunto el que sigue el desplazamiento del Hara en sus evoluciones.
Fuente:Kishintai Dojo, Bogotá, Colombia

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