De niño a samurai
Por Néstor VarzéTodo samurai consideraba indispensable la crianza de sus hijos para formar su alma en los principios de la clase guerrera, y la lealtad a sus ancestros y su señor, adquirir coraje, autodisciplina y repudiar el temor a la muerte, para que estos sean dignos de su nombre.
Desde los cinco años de edad se les enseñaba el manejo del arco y la flecha, posteriormente los entrenarían también en la equitación, indispensable para un futuro samurai.
También incluían escritura china y la lectura de cuentos clásicos japoneses y chinos y el manejo de armas de todo tipo.
A los 8 y 10 años se los enviaba a través de los bosques en pleno invierno como mensajeros de un lugar a otro.
A menudo eran enviados con ligeras ropas y descalzos para que aprendieran a lidiar con los duros elementos naturales para forjar así un duro carácter, fortalecer el espíritu y su cuerpo.
También se los llevaba a las ejecuciones de bandidos o asesinos que eran decapitados, y por las noches eran dirigidos en excursiones a cementerios o casas supuestamente embrujadas donde debían pasar la noche y dominar sus temores recitando Haiku (poesía) y tocando su flauta de bambú llamada Shakuhachi.
Todo esto estaba destinado a amoldar la mentalidad marcial del joven samurai a la dura vida que le esperaba en el futuro.
A los 15 años se realizaba una ceremonia llamada Gempuku a través de la cual se confirmaba su nueva condición de adultos. A partir de allí pasaban a portar también sus dos espadas, las Daisho (espadas larga y corta), y comenzaban a transitar el camino del Bushido.
También cambiaban su vestimenta y transformaban su peinado en el característico usado por el samurai.
El joven debía poseer una exquisita educación y amplio conocimiento, pero esto no siempre fue así. En los principios los samurai eran casi analfabetos, ya que como eran enviados muy temprano a las batallas, solo se le daba interés a la práctica y enseñanza de las artes de la guerra.
Posteriormente esto cambió y antes de ser iniciados en la carrera de las armas los niños eran introducidos en la caligrafía y lectura.
Desde el momento que se lo reconocía como samurai tenían la obligación de estar siempre limpios, bañarse diariamente, arreglarse el cabello, llevar la ropa adecuada para la ocasión y portar sus dos espadas y el abanico en su cinto.
Sus actos, tanto en la guerra como en la paz, estaban regidos por la etiqueta.
Debían dedicar tiempo al estudio y practica del budismo zen y el arte.
También debía lograr la posesión de una buena Katana, esta arma era el alma y vida del samurai, su orgullo, su símbolo.
El poseer una Katana construida por un maestro en este arte respetadísimo era en el Japón feudal la máxima ilusión de un Bushi.
Gentileza: Néstor Varzé
De su libro sobre los Samurai.
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